No eres tú, es la pandemia
Qué tiempos tan raros para el amor.
El Gran Confinamiento le ha puesto una gran prueba a nuestras relaciones. Es como si un montón de caos se hubiera colado en medio de la quietud.
No es casualidad que nuestros vínculos atraviesen por un desconcierto. Vivir 24/7 con alguien tan cercano es conocer a otra persona. Y no es un intruso ni una nueva faceta de nuestra pareja. Es como es. Pero nosotros, tal vez, la vemos con nuevas gafas.
Si hemos sido observadores, detectamos manías, genio y pulsiones. No es fácil y está bien. La intimidad puede resultar algo escalofriante y mostrar nuestro lado más vulnerable también es aterrador.
Pero, además, el aislamiento nos trajo sacudidas personales. Las horas en silencio, en medio de paredes y ventanas, nos ha permitido ser más introspectivos. Con suerte, nuestra voz interior ya nos habló de anhelos y miedos.
En nuestra casa se ha cocinado una gran transformación probablemente sin darnos cuenta.
Y tiene sentido. Esto es nuevo. No estamos acostumbrados a tanta cercanía, ni a tanto jodido alejamiento. En nuestros días cotidianos, afuera, intentamos mediar entre esos dos mundos para no perder y no perdernos.
Vaya, la distancia también se ha convertido en el enemigo declarado de las relaciones. Buscamos sobrevivir a esa lejanía con mensajes y videollamadas para no extraviar la conexión emocional. Pero, siendo terriblemente honestos, preferiríamos sustituir las palabras con abrazos.
En fin. Entramos al encierro siendo unos y saldremos siendo otros. Tal vez enamorados, fuertes o derrotados. Pero, por suerte, un poco más sabios.